jueves, 17 de julio de 2008

VALENCIA DE SAN SIMEÓN EL ESTILITA: UNA CIUDAD ILETRADA


VALENCIA DE SAN SIMEÓN EL ESTILITA: UNA CIUDAD ILETRADA

José Carlos De Nóbrega


Foto de Wilfredo Hernández (El Carabobeño)

Nuestra ciudad adolece no sólo de políticas editoriales –muy a pesar de ser enclave de magníficos poetas-, sino también de toda posible representación iconográfica, mítica y musical. Ha sido presa fácil de urbanistas ignorantes, mercaderes de feria y politiqueros de la más kitsch imaginación. Qué se puede esperar de una urbe huérfana de discurso arquitectónico. Además de la cuadrícula decadente que llamamos plaza Bolívar –si bien los zopilotes se birlaron una de las águilas del conjunto escultórico central, San Simeón se mantiene aún en las alturas haciendo puñetas en dirección a Occidente-, no nos compadecen sus referencias más comerciales y fetichistas: El espejo estúpido que es la Torre Da Vinci, el juego de mesa apellidado Sambil en el remedo de un templo votivo de consumidores compulsivos, la escenografía distópica del Big Low Center; peor aún se combate la inseguridad poniendo entre rejas los pocos espacios abiertos que quedaban acá, las plazas y las calles (a tal respecto, es insufrible la Urbanización El Trigal, paradigma de un ámbito claustrofóbico presidido por la histeria de una clase media decadente). Ya no se queman libros que importunen a la rancia Valencianidad: no es políticamente correcto, simplemente no se publican o, mejor aún, son destruidas las tripas por la incompetencia e indolencia de un funcionariato inculto, embebido en la era de Acuario, la demagogia cultural (esto no es más que mero exhibicionismo) o el dar piruetas marciales ante un Buda fofo y soso sobrealimentado por las transnacionales del dinero y de la futilidad académica. O los volúmenes no se distribuyen y se consignan en casas muertas, para prevenir de una trombosis a la clase académica y política que no puede ver tanta letra junta. Añoramos la lengua y la iconoclastia de un Luis Augusto Núñez agarrando el culo de godos y arzobispos; no el guayoyo dulzón de José Napoleón alabando los dorados rulitos de una de las Maldonado, pues es virtud teologal agradecer su Doctorado Honoris Causa que es igualito al Oscar de la mercachifle Academia. La música es impuesta por Bonchona FM o los caprichos del gobernante de turno (cuadrar a martillazos una marcha en la cadencia monocorde de la gaita de furra y tambora, el estridente gillfest o el perreo del reaguetón en esos templos guturales del transporte público). Nos parece más válida la propuesta plástica de las camioneticas que vincula así nomás la ternura de los cariñositos y la esquizofrenia del monstruo de Tazmania, que el complaciente y acomodaticio discurso de Vladimir Zabaleta en la composición del retrato de la godarria valenciana; vindicamos a Cristóbal Ruiz y las sardinas fritas de la Guairita aliñadas con Polar, antes que esos horrendos caballos que galopan por la autopista en dirección a Guacara. De las efigies de los politicastros de hoy que se estampan en vallas, diarios, sillas de ruedas, muebles de plástico, dispensadores de agua, preferimos no hablar.


Definitivamente, nos queda rayar las paredes de los cagaderos como alternativa escritural libertaria.

domingo, 6 de julio de 2008

ARMINDO TREVISAN EN VALENCIA DE SAN DESIDERIO



ARMINDO TREVISAN EN VALENCIA DE SAN DESIDERIO.

Selección, traducción y notas José Carlos De Nóbrega.


El primero de julio de 2008 tuvimos el placer de escuchar al poeta brasileño Armindo Trevisan (Santa Maria, 1933) en la sede de Librerías del Sur, en el marco del VII Encuentro Internacional de Poesía de la Universidad de Carabobo. Su disertación titulada Explicando la poesía al gran público constituyó un discurso en el que calzaban a la perfección la poesía, el humor, la humildad y la emotividad; nos dejó el olfato seducido por los más primarios aromas anclados en el recuerdo. La presentación a cargo de nuestro amigo y poeta Reynaldo Pérez Só fue impecable, asertiva y de un humor cortante. Caracterizó con palabras precisas y despojadas de adjetivaciones innecesarias la obra poética de Armindo: un ejercicio suave y viril de la palabra; incluso -a petición del propio poeta de Rio Grande do Sul- tradujo un hermosísimo poema titulado Los cafés, el cual conmovió y alegró al público (más bien un grupo de buenos amigos, entre los que destacan Gonzalo Fragui, Ana María Oviedo, el catire Hernández D' Jesús, Susan Castro, Luis Alberto Angulo, María Fernanda Chacón, Norma Agatón y Rhadamés Serrano). Por cierto esta dupla de grandes poetas la encontramos en el volumen Antología poética de Reynaldo Pérez Só (Monte Ávila : 2003; 1ra. reimpresión en 2006) con un magnífico prólogo de Armindo. Me encantó su definición de poesía, cónsona con la aproximación de Reynaldo: es lucidez enternecida, apropiada por los sentidos; visión y apetito de un mundo comestible. Siguiendo a Lorca, apreciamos una sentida exposición digna de un profesor en los cinco sentidos. Incluso citó un verso de nuestra amiga Niddy Calderón: Mis silencios inflamados esperan por tus palabras. Lamentablemente, las constantes y toscas interrupciones de un Carlos Osorio -fungiendo de espaldero no contratado, mucho menos convidado- desentonaron con una jornada simpática: presumimos misantropía o una vocación militante por la mala educación y la mezquindad. Agradeceríamos que nuestro amigo y poeta Adhely Rivero -por el bien del evento- le asignara al funcionario Osorio labores que no impliquen contacto con público alguno, pues no creo que nos quede más paciencia para tales desplantes. Olvidando el estúpido incidente de marras, he aquí una breve muestra poética de Armindo para el deleite en la comunidad de la carne y el espíritu:


Desnudez Septenaria

La primera desnudez

es la desnudez apresada,

la desnudez que cubre

a la Amada.


La segunda desnudez

es la desnudez demorada,

la desnudez que adorna

la pausa.


La tercera desnudez

es la desnudez casi fija,

la desnudez que se inserta

entre los amantes.


La cuarta desnudez

es la desnudez pasmada,

la desnudez que ignora

el Amor.


La quinta desnudez

es la desnudez sin espacio,

la desnudez que divide

el enlace.

La sexta desnudez

es la desnudez sin tiempo,

la desnudez que sustenta

la memoria.


La séptima desnudez

es la desnudez eterna,

la desnudez que acaba

en Dios.


La luz de tu piel

La luz de tu piel inventó la noche.

En ella me interno hasta la muerte ajena.

Nadie es más solito de lo que el azote

que apaga tu luz, y me incendia.


En buena hora tu carne


En buena hora tu carne sea la misma:

¿quién pone en tu brasero otro carbón,

e irrita la flama que se torna azul

para cambiar de lengua y de baile?

¿Quién hace girar tu esmeril, y afila

la lámina que no te deja fría?


El Tránsito


¿Qué queda de este tránsito? Es la seda

con su gusano dentro del capullo,

cubriendo la soledad. Y, en su músculo,

la fuerte puntería de una flecha


que, en el aire helado y azul, abate el ave,

sin destruirle vuelo tan suave.
Estos poemas -excepto el primero- fueron extraídos del poemario La Danza del Fuego (A Danca do Fogo), 2001, Artes e Oficios, Porto Alegre, 111 p.

EL GALLO MUJICA DIALOGA CON MARISOL SOBRE LA POESÍA DEL DECIR




El artista latinoamericano es un solitario
Marisol Pradas
Foto: Junny Sánchez.


"Más allá del ingenuo sentir y del común entusiasmo, de la euforia civil y del desgano, de la secreta presunción y de las pequeñas sombras, más allá de cierto pavoneo sensual e inteligente, un poema debe cambiar tu vida, tu destino, tu dolor insobornable, tu orgulloso desdén, debe desengañarte, hacerte más indiferente a la muerte, más implacable ante tus envanecimientos, menos susceptible, menos evanescente. Por eso un poema debe ser claro y convincente, como un golpe de hacha, de un claro decir como un hallazgo inteligible, duro y abierto, con palabras enteras y exactas, aunque pretenda denodadamente expresar lo indescifrable, lo indecible, lo luminosamente inédito. Un poema nunca debe ser un vano misterio, una piedra oscura y brillante entre millones de piedras oscuras y brillantes como un grano de arena en el desierto, como una estrella detrás de las nubes entre mil estrellas, no, un poema debe finalmente decir, decir su maravilla por encima de todos los poemas".


El párrafo anterior es una especie de manifiesto como en su momento lo tuvieron los surrealistas sobre la poesía del decir, título de la última reunión de textos de Enrique Mujica, quien recibió un merecido homenaje en el VII Encuentro Internacional Poesía de la Universidad de Carabobo que cerró su edición ayer en la noche.


¿Qué está haciendo en estos momentos?


Después de una labor bien dilatada, tengo diecisiete libros publicados, ocho libros inéditos, a estas alturas, de tener cuarenta y cinco años escribiendo, he podido sacar algunas conclusiones sobre el arte de hacer poesía, el arte de escribir, y estoy escribiendo en este momento algo que he dado en llamar en cierto modo, de manera paradigmática, la poesía del decir.

¿De qué se trata esta poesía del decir?


Se trata de expresar ideas, expresar criterios. En algún momento, lo escribí hace mucho tiempo, manifesté que los grandes poemas se mantienen en el tiempo a través de los siglos y los milenios porque dijeron algo esencial. Pueden ser traducidos en muchos idiomas, del chino o del árabe, y siguen manteniendo una esencia de lo que dice el poeta. Eso contrastando un poco con una idea más esteticista que utiliza un poco más las palabras en otro sentido. Una expresión de ella es la surrealista, propuesta como escritura automática, en la que el poeta se desvinculaba del pensamiento, del razonamiento, de cualquier cosa que hiciera pensar que el poeta es un pensador.


Para mí esencialmente el poeta es un pensador. Coincido en ello con Juan Calzadilla que ha hecho siempre una poesía de decir cosas, lejos de las imágenes, de las metáforas, de todo eso que en cierta forma conforma la estructura del arte del poetizar. El me decía que la poesía es el arte de las intuiciones. Los poetas pueden penetrar la realidad y conseguir detrás de la realidad explicaciones extraordinarias cosas que parecieran fortuitas, que no lo son.


La poesía del decir casi coincide con un género que es el aforismo. Los viejos poetas terminaron haciendo pensamientos y hablando de cosas muy concretas porque tuvieron una especie de infancia de la metáfora, de la imagen; el mismo poeta Cadenas en algún momento dijo "ahora escribo reflexiones, me acerco más por pensar a la poesía que por la palabra estética".


¿Se puede decir que la poesía del decir es una metapoesía?


No. Es un pensar en poesía. Me lo dijo una vez Ida Gramcko, quien me hizo una nota cuando gané el premio Pocaterra, cuando fue jurado y lo gané con "Las formas del verano": "Enrique Mujica es un poeta que piensa y reflexiona en poesía". Eso fue hace treinta años. Eso prefiguró un camino hacia el pensamiento.


¿Será porque es matemático?


Es verdad que no soy un artista puro, soy matemático, ingeniero; soy del pensamiento abstracto, profesor de concreto armado en la Facultad de Ingeniería de la UC. Pero el mundo es uno solo y la manera de verlo a través del lente estético te da una figura y si lo ves a través de la ciencia también. Pero finalmente es lo mismo. Una especie de "weltanschauung", palabra que inventó Dilthey, que utilizaba Hegel, para referirse a todo el pensamiento humano.


¿La gente que lea "Poemas del decir" se va a encontrar con un libro distinto?


No. Es la misma poesía que todos escribimos con un acento, con un énfasis en lo que se dice. Por ejemplo: "Que pase lo que pase/ como en la vida de los indigentes/ y que finalmente no te importe la voluntad del otro/ la de ese que te ama hasta la muerte/ con sus asesinos caprichos/ esto es por fin aceptar la voluntad de tu Dios". Allí no hay recurso de nada, de lo metafórico. Está dicha la palabra sin acicate. Y está presente el aforismo, pero tampoco es un descubrimiento mío. Lo que he tratado es de inclinarme es hacia el pensar.


¿Qué le enseña a los jóvenes que asisten a sus talleres?


Que no olviden el pensar. Se puede hacer poesía amorosa, romántica: No hay tema especial para ella. El tema de la poesía es el mundo entero y hasta las cosas más inverosímiles; hasta lo grotesco es poesía. Pero ¿qué piensas frente al acto poético?, eso es lo que se tiene que tener en cuenta. Nadie va a entregar un formulario para hacer poesía. Sale de ti. Es pararse frente al mundo. Es un interrogar el mundo y de alguna manera una respuesta tuya al mundo. No es hacer florecitas de papel de seda, porque eso es artesanía. Tiene un gran valor, hay artesanía muy bella, elaborada con un gusto exquisito, pero no es arte. A mis alumnos les digo que no pueden hacer ni flores de papel de seda ni florecitas de paja con las palabras. Tienen que introducirse en el arte poético y ello es muy exigente. En la actualidad vemos que hay jóvenes que van tres semanas a un taller a la cuarta semana le están publicando un libro. En mi época para publicar se tardaba mucho más. Yo estuve quince años peleando con la poesía y después fue que publiqué mi primer texto. Hay que tener un gran sentido de responsabilidad con la gente que te va a leer. Tienes que andar con mucho cuidado y considerar que la poesía tiene la altura del pensamiento.


¿Qué significó este homenaje?


Para mí es muy importante porque se da cuando ya he logrado ubicar mi verdadera voz en el decir. Ese es un nombre que ya anda por ahí.


Todos los que jugamos algo con la palabra estamos solos, los escritores, los periodistas. Los grupos literarios, los colegios que agrupan son mentira, estamos solos. Eso es una gran desventaja con relación a los europeos. Ellos sí andan juntos, los surrealistas, modernismo, andaban juntos y se comunicaban y el trabajo era menor. El artista latinoamericano es un solitario. Es un solo, que anda padeciendo sus cosas y cargando esa cosa tremenda que es la palabra. El manejo de la palabra es algo muy grande. Es la pelea más grande que existe.


Dentro de un par de meses Monte Avila le publicará una antología de un periodo de treinta y siete años de poemas. Mantiene escondido el libro "Coplas de la guerra mayor" de 12 mil versos.